domingo, 13 de septiembre de 2015

CAMINOS DE SANTIAGO 2014

Julio de 2014: 5 días por delante para hacerme el Camino de Santiago del norte y luego volver por el francés (el clásico). La idea: ir cuanto más tiempo mejor con el mar a mi derecha, llegar a tocar el Finisterre y volver. No ir por carreteras principales sino respetar siempre que pueda el Camino original. Tratar de entender qué tiene de místico este itinerario. Conocer gente (o al menos verla).

La idea surge pensando lo que quería hacer ese año. Quería ver el mar. Verlo mucho. Verlo desde la moto. Sentir la brisa con la pantalla abierta. Así que consultando me entero de que hay un antiguo camino de peregrinaje que tiene ese mismo sentido (en ambas acepciones) desde tiempos ancestrales. Un camino druidico de los celtas que recorre el Cantábrico desde su nacimiento en la frontera con Francia hasta el punto mágico de Finisterre. Un camino muy anterior al de Santiago y que seguramente le daría lugar hasta que los intereses económicos de localidades importantes hicieron que fuera sustituido por lo que ahora llamamos Camino de Santiago. Lo llaman Camino del Norte y es el que elijo. Al menos para ir.

Me documento, leo, busco, preparo la ruta.. Y un día de Julio salgo de Tordesillas y voy a ver a un amigo a un pueblecin cerca de Santillana del Mar por donde pasa el Camino de Santiago del Norte. Tras una noche de risas ahí empiezo mi ruta. 



De camino para allá tengo que pasar por el puerto de Piedras Luengas y antes pasar por Cervera de Pisuerga. Justo antes de llegar hay un precioso paisaje de Loras.







En la subida hacia el puerto desde Cervera están las peñas negras y el paisaje hacia el oeste con el Espigüete y el Curavacas al fondo. No estoy solo en las tablas del mirador.











El mirador del puerto de Piedras Luengas. Siempre es el mismo y siempre es distinto. Los Picos de Europa me saludan.











El tres Mares al este.






En la bajada hacia Potes me desvio por el valle de Puentenansa nada más empezar a bajar. He pasado mil veces por aquí y nunca me había fijado en esa desviación pasada la venta Pepín. Todo un descubrimiento y un acierto. Precioso valle con cambios de paisaje constante. Me recuerda a uno de esos restaurantes chinos en los que hay una réplica de la muralla china con rocas y cascadas. Tumbadas ligeras y curvas cerradas se alternan.





Ese día llego por fin al Cantábrico en Oreña. Ahí empezaré mañana mi viaje. Antes de nada presento mis respetos al que va a ser mi compañero de viaje.








Esa noche es genial. Charla hasta altas horas de la noche sobre temas  variados y desconexos. Whisky de malta. 
Al día siguiente me despido de mis anfitriones desayunando con ellos en la playa de Cmillas y salgo por San Vicente de la Barquera. Tranquilito he pasado por Toñanes, Cobreces, Liandres y el parque natural de Oyambre.
Luego Pechón, Unquera-el pueblo más feo del mundo aunque está a las puertas de la belleza del mar y de la montaña de Picos por su vertiente asturiana (bueno, la parte industrial de Avilés al salir de Gijón le va a la zaga)-.. 
Voy por Cantabria por carreteras reconditas y escondidas todo el rato con el mar a mi derecha. Por bosques de eucaliptos densos que me impiden ver el mar a veces y a veces me permiten asomarme a él por sus acantilados. Huele a fresco. Voy a 60. Disfruto. Curveo, Respiro. 

Llanes, Celorrio..y así llego a Ribadesella. Que gozada debe ser tener una de estas casonas en linea de playa.







Sigo mi ruta ya por Asturias. 
Colunga, Lastres,..

Esa noche duermo en Gijón. Tenía ganas de repetir en el hotel Asturias. En él se rodó "Volver a empezar" y de chaval pasé allí una noche en un campeonato de basket. Me apetecía recordar viejos tiempos. Paseo por la ciudad, por el puerto, hago un par de compras, como, leo en la playa.. Y entonces me entero de que esa noche es la noche de fiestas y hay fuegos y juerga. Malo para mi descanso. Bueno para tomarme unas cervezas y ver a la peña.


Una antigua iglesia que siempre visito cuando llego a Gijón por la curiosidad de que el salitre se ha comido con los años la piedra y he hecho en ella agujeros. Está en la linea de playa justo frente al mar. Ahora es una sala de exposiciones.





Esa noche hay fuegos artificiales. Dicen que son buenos pero a mi no me parecen gran cosa. 






Gijón mola. Tamaño adecuado. Mar. Buena gente. Un poli me da todas las facilidades para aparcar y me da indicaciones de los mejores lugares dadas las fiestas. La lástima es que los fuegos se lanzan desde donde está el monumento a Chillida por lo que está cerrado el acceso para verlo por la mañana antes de salir.




Al día siguiente salgo bordeando la fealdad industrial de Avilés. Cudillero, Castañeras..

Llega uno de los momentos mágicos del viaje. Playa del Silencio. Un encuentro inesperado. No planificado. Una parada para un cigarro. Mejor viendo el mar, me digo. Me voy a meter por aquí a ver.. atravieso las callejas de un pueblin y salgo a la parte que da a los acantilados. ¡¡Impresionante!! Para vistas como esta he venido.





Paso por Luarca, Tras dos días con el mar a la derecha llega el momento de entrar en Galicia y de ir hacia el interior. Me despido del Cantábrico. Daré sus saludos al Atlántico cuando lo vea. Me meto por una ria para no seguir por la autovía. Bajo a Vegadeo. Espectáculo. Pueblo de fiestas. La gente está vestida como para boda. Curiosamente los chicos van de marineros. Imagino que costumbre local. Paso a Galicia. Subo a Ribadeo.





El paisaje cambia. Se nubla. Todo se vuelve más gris. Me llaman la atención los cementerios y su típica arquitectura. "Something to do with death".
Los horreos son diferentes.










A la altura de San Cosme ya dejo el mar y bajo en dirección a Santiago. Llego por la tarde. Encuentro unhostal cerca de la plaza del Obradoiro. Suerte. Paseo. Primer destino de la ruta logrado. La catedral está en obras. Miles de peregrinos. Cerveza y paseo.

Curiosidades asomadas a los balcones.

Esa noche me tomo una cerveza y charlo con un peregrino alemán. Hans, un tío de 23 años que siempre había querido hacerlo y lo hace solo. Me habla de la gente que ha conocido, de sus etapas favoritas, de la preparación, de los diferentes paisajes... Trato de saber qué le mueve a hacer el Camino. Charla interesante en inglés. 





Al día siguiente a Finisterre. Con acierto me salgo de la carretera principal al llegar a Noia y voy por bosques por Corcubión.
Cuando llego un perroflauta está tocando con su guitara un viejo tema:"House of the rising sun". Sus notas llenan el aire del faro. Otro momento pleno del viaje.

Hola Atlántico. Te traigo los saludos de Cantábrico.

Estoy en el fin del mundo. El lugar en que más tarde se hace de noche de la España peninsular.




Vuelvo sobre mis pasos. Como en Santiago y salgo esa tarde hacia Ponferrada ya por el Camino de Santiago clásico. Melide, Palas de Rei, Piedrafita..

A mi alrededor el paisaje cambia. Los hogares de algunas casas de pueblos del Camino están encendidos y huele a leña. Los tejados de pizarra y de paja en algunos casos.

En el alto de San Roque tengo un encuentro divertido. Un niño va con su padre en bici haciéndoselo por deporte. El niño es una máquina. Me quiere cambiar la bici por mi moto. Habla ante su padre como un carretero. Aquel parece animarle en lugar de censurarle. Diríase que se siente orgulloso de su hombría que se expresa en fuerza física y en palabrotas. El enano no tiene aun diez años.






A los pies del santo algunas ofrendas. Yo voy en dirección contraria al sentido del Camino. Informo de lo que queda a algunos peregrinos, de la dureza de los repechos, etc..


Luego llego al momento culmen de mi experiencia en este viaje al llegar al famoso alto de Piedrafita do Cebreiro donde los peregrinos dejan la piedra que han traído desde Roncesvalles en símbolo de su pecado/s o su motivo para hacer el Camino.

Como idiotas tiene que haber en todas partes en este punto encuentro al mío del Camino.


Una chica extranjera a todas luces (luego descubriré que francesa) y yo somos todos los habitantes del montículo de ancestrales ofrendas. El lugar tiene una magia especial. La que dan cientos (miles, casi dos) de años de paso de personas con sus motivos a cuestas. Penitentes, promesas, reto, espiritualidad, deporte, vacaciones, etc. Hay mística en el silencio de ese alto. 


Yo me limito a curiosear en silencio viendo las inscripciones en las piedras dejadas ahí por gentes desde hace tanto. Algo en ese punto exacto es una inflexión taumaturgica y esotérica. Hay un egregor especial. Los bosques circundantes miran en silencio el claro. La división que supone el camino como una cicatriz en el monte es parte asumida del paisaje.


Oigo llegar rompiendo la magia a un ciclista que a voces anuncia a sus compañeros que ya ha llegado, y el lo ha hecho primero. Es un intruso en ese santuario. Es nuestro idiota. Sus colores chillones me insultan. Sus voces me ofenden. No es precisamente un jovencito.


Descabalga y sube ruidoso y sin respeto por las piedras hasta el poste. Ya somos tres allí. Al cabo sube otra ciclista que acaba de llegar.


En ese momento la chica francesa, que ha estado hasta ese instante en un silencio solemne que me ha hecho pensar que para ella es un sitio especial por alguna razón, se mueve. No le importamos. Ni mi silencio ni el ruido del idiota. Está absorta. Creo que reza. Me aparto respetuoso.


Saca de entre sus cosas un objeto que maneja con reverencia. Un pequeño frasco hermético y transparente con algo gris dentro. Adivino. El idiota no hasta que la ve esparcir en aquel suelo milenario unas cenizas... Y entonces el muy gilipollas grita a los cuatro vientos su estulticia con una voz alta y sorprendida ¡¡¿No jodas que eso es..?!!


Yo solo espero que ella no entienda español y me avergüenzo ajenamente por un momento, pero no hay de que preocuparse. Ella está muy por encima de nosotros en ese instante vital. Cumple una promesa. La otra ciclista respeta su silencio pero al cabo de unos segundos la mira y sus miradas se cruzan. Mon Pere. Dice la francesa descubriendome su origen. Su padre, le dice su compañera al idiota en un susurro que quiere decir ¡¡Cállate y respeta gilipollas!!




















Tras ello Villafranca del Bierzo y ya por fin Ponferrada. Hago noche allí.

Al día siguiente puente de Paso Honroso en Hospital de Órbigo con su campo de justas y torneos.











Luego Bembibre, Astorga, León.. y entramos en paisaje castellano. Llano, soleado hasta castigar, monótono y hermoso. 





Por fin Sahagún, Carrión de los Condes y Fromista, donde me salgo del camino para regresar a casa.



De mis dos Caminos de Santiago me llevo muchas cosas y recuerdos: varios momentos mágicos de soledad, muchos kilómetros de pensadas en mil temas y de hablar conmigo mismo, el sonido retumbante de mi risa dentro del casco al ver a una mujer a la salida de un pueblo saludando a los peregrinos con vestimenta de la tierra y paraguas de colores de esos que se llevan a modo de sombrero en la cabeza, el paso por un lugar llamado Villa Espesa, el aire fresco del mar a la derecha, la flauta en finisterre, los japoneses que siempre saludan y lo hacen sonriendo, mi conversación con Hans, mi particular idiota, las enormes pollas de las estatuas en los balcones de Santiago, las palabrotas del crio al bajar de la bici en San Roque, los olores de las casas con chimeneas encendidas en Manganeses, las caras y las espaldas amochiladas de los peregrinos a la ida y a la vuelta...

..Y encontrar, al menos en parte (en la que se puede encontrar haciéndolo en moto) la magia del Camino.




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